Claudicación intermitente


Definición:

Es un dolor muscular intenso, que aparece en las piernas a nivel de la pantorrilla o del muslo, durante un paseo o tras un ejercicio físico leve y que desaparece al parar.

Clasificación: de acuerdo con la clasificación clásica descripta por Fontaine, la enfermedad arterial periférica presenta cuatro estadios o grados:
  • Grado I: enfermedad asintomática.
  • Grado II: claudicación intermitente.
  • Grado III: dolor de reposo.
  • Grado IV: úlcera y/o gangrena isquémica




Causas:

El dolor se produce por la falta de oxigenación de los músculos implicados en el esfuerzo de andar, ya que debido a un estrechamiento de las arterias que aportan sangre a las piernas (iliacas, femorales, y tibiales). La obstrucción está producida por la presencia de placas de ateroma, lo que llamamos arterioesclerosis.

La arterioesclerosis es como un envejecimiento de las arterias que se vuelven rígidas, en un proceso progresivo que consiste en la acumulación de colesterol, calcio y otras grasas en la pared de las arterias. En ciertas zonas de las arterias el estrechamiento puntual es más intenso, llegando a tapar casi por completo el paso de sangre. Al precisar las piernas más sangre durante el esfuerzo, ésta no puede llegar y aparece el dolor de los músculos en la claudicación intermitente.

Complicaciones

Si en la zona obstruida por placas de ateroma se pegan acúmulos de plaquetas, se llegan a formar coágulos (trombos). Si esta zona se inflama y aparecen diversos trombos se denomina trombosis. Estos trombos se pueden soltar (embolia), y por su tamaño llegan a arterias más pequeñas por las que no pueden pasar, la taponan totalmente y producen lo que se llama la isquemia aguda. Esta situación es muy grave ya que puede evolucionar a la muerte de los tejidos implicados en la isquemia y la pérdida irreversible de los mismos.

Tratamiento

Consiste en el control de los factores de riesgo y en el tratamiento con medicamentos o cirugía de las complicaciones.

• Control de los factores de riesgo: Está ampliamente demostrado que el control de los factores de riesgo es útil aunque ya existan lesiones ateroescleróticas, pues es posible detener su progresión y, en algunas circunstancias, incluso producir cierta regresión. Si bien hay factores que no son posibles modificar, como la edad y el sexo, existen factores que pueden ser controlados como la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad. Algunos factores de riesgo pueden ser eliminados como el tabaco, cuya supresión es fundamental; así mismo, deben modificarse radicalmente los hábitos de vida en cuanto al sedentarismo, dieta y estrés.

• Tratamiento con medicamentos: Está dirigido a las complicaciones de la enfermedad ateroesclerótica, especialmente la disminución de la luz de la arteria y a mejorar el flujo sanguíneo hacia las extremidades. Para esto pueden utilizarse medicamentos de tipo vasodilatadores para tratar de lograr la máxima dilatación de las arterias todavía permeables. También pueden usarse los denominados antiagregantes plaquetarios (tipo aspirina).

• Tratamiento quirúrgico: Con este tipo de terapia se consigue la dilatación de la lesión estenosante o la repermeabilización de los segmentos ocluidos. Para tal fin puede usarse la angioplastia transluminal percutánea, introduciendo un catéter con un balón dilatador en su extremo dentro de la arteria; una vez ubicado en el lugar correcto, se infla el balón lo que comprime la placa de ateroma contra la pared de la arteria, lográndose desobstruir la arteria.

Cuando no es posible restablecer el flujo mediante esta maniobra, se procede a resecar quirúrgicamente la arteria y sustituir la zona estenosada u obliterada mediante un injerto, utilizándose una vena o bien material sintético.












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