La preocupación normal y la patológica:
La Preocupación reales sobre el envejecimiento derivan en miedos a muchas personas les asusta envejecer. Les preocupa ver cómo, con el paso de los años, el cuerpo va cambiando, disminuyen las defensas ante las enfermedades, algunos amigos y familiares empiezan a partir, y ya no quedan tantas energías ni tiempo para "hacer cosas". Orientada desde un polo no-patológico, de adaptabilidad y necesidad la preocupación favorecería la previsión de amenazas potenciales y la preparación para su afrontamiento.
El miedo nos alerta del peligro real pero si se alimenta de ideas infundadas o pensamientos ilógicos se convierte en una de las emociones más paralizantes dentro del espectro humano. Si el pensamiento se ve sometido al miedo nuestra conducta y actitud se vera mermada para aprender nueva información y realizar las actividades cotidianas de manera habitual por la sobre activación de la amígdala a nivel cerebral, con toda una activación del sistema límbico. El polo patológico se asociaría a ansiedad elevada, malestar emocional y baja efectividad en resolver problemas de la vida cotidiana.
Los miedos están influidos por el nivel socio-cultural, el grado de soporte social, el conocimiento de la enfermedad y la experiencia pasada.
“ Es importante recalcar, que dentro de los miedos más importantes, que todos tenemos, hay dos que están presentes en la mayoría de las personas mayores. Curiosamente, no es el miedo a la muerte, sino al sufrimiento cuando ésta se acerca, particularmente al dolor físico, y por sobre todo está el temor a ser dependiente y no poder valerse por sí mismo. El ser una carga literalmente aterroriza a las personas de edad avanzada”
Tipología de miedos específicos en el adulto mayor:
En la tipológia de preocupaciones en la población mayor destacamos, por orden de importancia, los temas de: salud, familiares, personales, económicas y sociales.- Miedos a caídas o a estar de pie.
- Miedo a la Soledad.
- Miedos respecto a cambios en la funcionalidad.
- Miedos a problemas de salud específicos.
- Miedo a la pérdida de la independencia.
- Miedo a considerarse ser una carga en la familia.
- Miedo a la pérdida del control por deterioro físico o mental.
- Miedo a la dependencia (sentimiento de minusvalia de no poder afrontar el sufrimiento o dolor.
- Miedo a la pérdida la conciencia o memoria.
- Miedos respecto a pérdidas de roles sociales.
- Miedo de ser olvidado fácilmente.
- Miedo a agresiones y robos.
- Miedo de sufrir indignamente.
- Miedo a morir.
- Miedo a las residencias
Miedos a caídas o a estar de pie:
Los estudios de prevalencia muestran datos muy variables por dos motivos. En primer lugar, esto es debido a la diversidad de criterio utilizado para cuantificar el miedo (de leve a intenso); en segundo lugar, a las diferencias en la población de referencia (comunidad, residencias, presencia de historia previa de caídas, etc.) Partiendo de esta circunstancia, la mayoría de estudios arrojan datos de entre el 20 y el 85% (Alcalde, 2010). Sería deseable homogeneizar los criterios de medida para cuantificar mejor el problema, y valorar qué tipo de necesidades son más acuciantes en esta población. Ello permitiría valorar mejor las consecuencias negativas sobre la salud, en indicadores como: percepción de auto-eficacia, sensación subjetiva de bienestar, capacidad funcional y posibilidad de caerse en un futuro. Aspectos, todos, relacionados con este cuadro de ansiedad.
Un dato muy interesante es que el 50% de las personas que informa de miedo a las caídas no ha tenido nunca una caída previa. Este resultado puede deberse a la percepción de un aumento progresivo de merma física con la edad y también a las conductas de sobreprotección y alarma por parte de los familiares más jóvenes que rodean a la persona mayor. Valorar, por lo tanto, el peso que los estereotipos negativos sobre la edad pueden tener, en la presencia de esta sintomatología, es otro de los retos de este ámbito de investigación.
Otro dato relevante es el hecho de que, aproximadamente, una tercera parte de la población bien subestima o sobreestima su riesgo de caerse. La trasmisión de información ajustada a la realidad sobre el proceso de envejecimiento, tanto relativa a los factores de riesgo de las caídas como a los potenciales y capacidades para compensar los mismos favorecería percepciones más adecuadas en este terreno.
Miedo a la soledad:
Estar solo no es lo mismo que sentirse solo, por eso la gran mayoria de personas mayores muestran su deseo de permanecer en su domicilio tras la muerte del cónyuge. Las connotaciones sociales negativas derivadas del hecho de vivir solo están dando paso a otras más positivas, pues resulta cada vez más valorada socialmente la autonomía personal que esta opción supone. Muchas veces la soledad esta vinculada a carencias afectivas o falta de complementaridad de la vida cotidiana es decir el vacio de "la vida util" con frecuencia desarrolla los sentimientos de ansiedad, y, también, desde un punto de vista cualitativo, resaltan un aumento del miedo a sufrir un accidente o enfermedad repentina y a la muerte en soledad
Miedo a morir:
La idea de tiempo es inquitante, por que nos recuerda que somos mortales, finitos, perecederos, y aparece como mensajero de la ineludible meta final. Hay una cierta resitencia a envejeces, la idea de envejecer produce incertidumbre, sensación de desamparo, de soledad y de sufrimineto psíquico. La negatividad espiritual o de renuncia de la esperanza o la recurrencia de pensamientos de morir solo o sin nadie que lo quiera es demoledor para el anciano.
Miedo a pérdidas de roles sociales:
En la adultez mayor existen una serie de pérdidas sociales, por ejemplo: “la pérdida del rol social de trabajador para pasar al de jubilado. En este sentido, y sobretodo en los hombres aparece el miedo a ser excluido socialmente en una cultura donde la producción es clave. En un sentido extremo la persona mayor teme ser excluida y tiende a aislarse como un mecanismo de defensa”, detalla la especialista
También está el miedo a la pérdida del soporte social, esto se incrementa en viudas/os y más aún cuando hay malas relaciones con el resto de la familia.
A un nivel extremo estaría el miedo a morir solo y sin dinero.
Miedo a cambios en la funcionalidad:
El principal miedo en las personas mayores es el miedo a la dependencia, al no poder auto-valerse y tener que depender de otros para realizar las actividades de la vida diaria. Dentro de este miedo aparece ser una carga para los hijos o cónyuge.
También aquí se podrían situar los miedos a déficits sensoriales como perder la visión o la audición y los miedos relacionados con la movilidad, como estar postrado o tener que usar ayudas técnicas como bastón o andador. Los cambios en la funcionalidad se pueden dar por dificultades a nivel físico o a nivel mental. Otro gran temor de las personas mayores es la pérdida de la memoria y la capacidad de decisión, lo que conlleva a tener que delegar algunas actividades instrumentales de la vida diaria como la conducción de automóvil, el manejo de las finanzas y la medicación. La condición anterior lleva a un nivel de vulnerabilidad importante cuando el soporte social no es el adecuado, y la persona debe confiar en personas ajenas a sus seres queridos para temas tan importantes como el manejo de su patrimonio o medicación.
Miedo a la pérdida de la independencia:
tiene que ver con la idea que esta instalado en el imaginario; declinación de todas las funciones, deterioro físico y psíquico, y la temible falta de autonomía que lleva implícita la dependencia. El miedo a la incapacidad motriz, a los trastornos de los sentidos, de la memoria, del juicio, del poder auto-valerse. El miedo ejerce una percepción distorsionada o sesgada de la vejez
Miedo a enfermedades específicas:
Estudios nacionales e internacionales hablan de las enfermedades más temidas por las personas mayores, serían la Demencia, específicamente la tipo Alzheimer, el Cáncer y las enfermedades neurológicas relacionadas con la pérdida de la movilidad. También existe un relevante temor a la diálisis.
También existe un temor importante al momento de la comunicación del diagnóstico, esto lleva a muchas personas mayores a dejar de hacerse exámenes o asistir a controles médicos por el temor al resultado de estos.
No menos importante es el miedo a caer o el Síndrome Post Caída, este se puede dar en personas mayores que hayan tenido una caída o que han sabido o visto a alguien caer. Esto los lleva muchas veces a dejar de salir y a dejar de usar transporte público.
Miedo a agresiones y robos:
En datos del informe social del IMSERSO del 2008, las personas mayores en España manifiestan un mayor sentimiento de inseguridad que la población de menos edad, pese a que son víctimas de agresiones o robos con menor frecuencia que ésta última. Este dato se ha interpretado como uno de los efectos que podría tener “el progresivo repliegue al espacio doméstico”; una menor percepción de control del espacio externo al hogar conlleva que éste se perciba como potencialmente más peligroso.
Miedo al abandono o a la institucionalización en residencias:
las personas mayores prefieren vivir en su entorno y tiene reparos, en ocasiones «temor», a acabar en una residencia. Ese «temor» viene dado por «el miedo al abandono familiar» o a la incertidumbre que genera el «no saber qué se va a encontrar en un centro». En muchos casos la familia elige “depositar” a los ancianos en instituciones delegan su responsabilidad de cuidados en entidades.
«A los ancianos no les gusta entrar en una residencia» por que supone una «institucionalización de la persona», afirma. Someterse a una «disciplina y rutina diaria diferentes a las que hace uno en su propia casa» supone «una pérdida de la libertad de decisión y de movimientos», subraya.
Este proceso de «aguantar» a los ancianos en su hogar, en ocasiones con alteraciones de conducta, «puede quemar» durante «el cuidado continuo» y producir «un cierto desarraigo o desvinculación» entre la persona y su familia
«Si medimos la calidad de nuestro centros en términos de resultados, es muy mejorable», por que no cumplen las necesidades afectivas que demandan los usuarios y «son las principales que se deben cubrir», critica el asesor del CEOMA. «El riesgo de deshumanización es más grande en una residencia» por que se ha decidido «tecnificar la atención» restando importancia a las relaciones afectivas
Gerontofobia: Se define como un persistente, anormal y injustificado miedo a la gente anciana.
Relacionada con la gerascofobia (miedo a envejecer), este término se utiliza no sólo para denominar miedo a los viejos, sino también desprecio o rechazo hacia las personas de la tercera edad. Se trata de un mal social muy común en nuestra época, donde los viejos son relegados a los asilos y muchas veces se los abandona a su suerte, donde se asocia a la juventud con la salud y la belleza y por oposición, a la vejez con la enfermedad y la decadencia.
La gerontofobia parte de ideas tales como que los viejos son improductivos, dependientes y una carga para la sociedad, o en la asociación de la vejez con la corrupción del cuerpo y la enfermedad. En realidad, el cuerpo humano comienza a envejecer ni bien comenzada la adultez, solamente que los cambios se hacen notorios unas décadas después.
Abordaje del miedo en el anciano:
- El proceso de aceptación y adaptación a la vejez como un proceso del ciclo natural de vida favorece el control de las preocupaciones, disminuye la incertidumbre y percepsión negativa ante la vejez.
- Educar y sensibilizar en la comprensión sobre el proceso de envejecimiento, romper estereotipos sociales negativos, con el objetivo de mejorar y/o potenciar las habilidades emocionales en la población de mayor
- Identificar si es que el miedo es tan relevante que influye en sus actividades cotidianas personales y/o sociales.
- Si fuera así consultar a un especialista de Salud Mental para descartar trastornos asociados.
- El apoyo familiar es fundamental para que la persona sienta que no está sola en este proceso.
- Evitar el aislamiento social que aparece producto de este miedo.
- Se ha demostrado que la psicoterapia es un mecanismo útil a la hora de erradicar estos miedos.
- El acercamiento a la espiritualidad tiene un impacto beneficioso en este tipo de pacientes.
- El ejercicio físico favorece la percepción de bienestar y a la vez sirve para bajar la frecuencia de los pensamientos automáticos negativos en torno al miedo.
- El tratamiento de la fobias en el adulto mayor se destacan las terapias cognitivo-conductuales y la técnicas de exposición. Se han empleado medicamentos con buenos resultados destacándose los inhibidores de la recaptación de serotonina y las benzodiazepinas de acción corta.
Prevención y recomendaciones de enfermería:
Área Clínica:Prevenir las enfermedades es la clave para conseguir una vejez saludable, sin enfermedades que alteren la calidad de vida. Una buena prevención implica autocuidado, es decir, la obligación individual de conocer y poner en práctica las medidas para preservar la propia salud (prevenir la aparición de enfermedades, alcanzar grados de independencia ante a una incapacidad originada por una enfermedad, etcétera).
Área Funcional:
Prevenir las caídas y mantenerse activo e independiente permite al adulto mayor mantener al máximo la capacidad de realizar actividades básicas e instrumentales de la vida diaria, como desplazarse, vestirse, cocinar, y poder usar el teléfono, entre otras.
Área Mental:
Con el paso de los años, es inevitable que disminuya la capacidad mental y que se pierda ligeramente la memoria. Ejercitar la mente es fundamental para conservar la cabeza en la mejor condición posible y así mantener la autosuficiencia social y la capacidad de tener contacto intelectual con otras personas. Para lograrlo es recomendable leer, mantenerse informado a través de los medios de comunicación, conversar, y participar en programas de entrenamiento de la memoria. Estos últimos están disponibles en la mayoría de los centros municipales para el adulto mayor.
Área Social:
Cultivar las relaciones sociales y personales es la única forma de permanecer integrado en la sociedad, y así evitar el aislamiento y la soledad. Para lograrlo es imprescindible mantener y crear nuevas amistades y relaciones, y fortalecer los lazos familiares. En este sentido, puede ser muy beneficioso aprovechar los recursos sociales disponibles, como centros de convivencia, centros culturales y/o espacios recreativos que faciliten la integración del adulto mayor en la comunidad.
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